Antonella Saldicco en un mar que divide Japón y Argentina

 

Antonella Saldicco, nacida en Estados Unidos en 1986, es actriz y escritora. Vivió su adolescencia en Alemania y actualmente reside en Buenos Aires cursando la Maestría de escritura creativa en la UNTREF. Estudió Artes Dramáticas en la UNA, obtuvo la beca Theatertreffen Forum Berlín y la Beca Nacional Sagai.

En cine protagonizó El Vecino Alemán (2016) y La muerte no existe y el amor tampoco (2019). En 2021 lanza su primera novela Cual es el pez que tiñe el mar, la cual transcurre en Kyoto e Hiroshima.

 

“Creo que la expresión artística -cualquiera sea- siempre proporciona cambios, abre el diálogo, nos saca de la soledad”.

En Cual es el pez que tiñe el mar, Clara es una estudiante que viaja desde Buenos Aires al país nipón a una residencia de teatro. Si bien su presente es oriente, no está del todo ahí. Clara atraviesa un torii imaginario y constante entre Japón y Buenos Aires. Conocemos su día a día, su cotidanidad, y lo que dejó atrás allá en la ciudad de la furia.

Nuestra protagonista absorbe todo lo que toca, como el gran pulpo que menciona Santiago Loza en la contratapa “..un personaje que avanza, se repliega y vuelve a expandirse de manera delicada”.

En esta historia no hay espacio sagrado o profano. Clara viene a ver la obra pero no a actuar como nos cuenta en uno de sus sueños. Se asoma y vuelve entre sus experiencias que todo lo tiñen. Nada en un mar propio, en una búsqueda personal.

 

Al principio de Cuál es el pez Federico Falco escribe “Contar una historia cambia a quien la cuenta”  ¿Cómo fue escribir tu primer libro?¿Cambió algo en vos después de haberlo editado?

Para el epígrafe de la novela elegí ese fragmento de la novela Los llanos, de Federico Falco, que fue mi profesor en sus talleres particulares de escritura, y que además es amigo, porque encontré ahí, en sus palabras, un diálogo directo con mi libro. En relación a lo personal, es lo que espero que me pase. Es algo que deseo en general, que las experiencias que transito hagan de lo suyo, que me modifiquen y que modifiquen mi entorno. Me parece importante y es algo sobre lo que pienso en mi cotidiano, sobre el aprendizaje de la impermanencia. De a momentos, tanto en la vida como en el arte, me cuestan más algunos cambios que otros. Pero creo que la expresión artística -cualquiera sea- siempre proporciona cambios, abre el diálogo, nos saca de la soledad.

 

En tu carrera como actriz protagonizaste largometrajes basados en libros ¿Te gustaría ver “Cuál es el pez que tiñe el mar” adaptado a la pantalla grande?

Pensándolo de una manera realista, creo que sería una película difícil de hacer, por presupuesto. Tendrían que trasladar un equipo técnico y artístico hasta Japón. Salvo que la adaptaran a una locación más cercana o nacional. También tendrían que ver de qué manera se podrían adaptar los momentos de introspección que transita Clara durante la novela, quizás con una voz en off. Siempre me interesa ver cómo las realizadoras y realizadores sortean esas trabas. Y el vínculo entre el cine y la literatura casi siempre me parece un acierto. 

 

¿Qué sentiste al ver por primera vez tu libro impreso? y ¿Cómo fue trabajar con Editorial Concreto?

Todavía no sé cómo definir esa sensación, el libro está ahí en mi biblioteca, desde que salió de imprenta no volví a tocarlo. Lo puse entre una pila de libros japoneses que me gustan mucho y lo dejé reposar. Trabajar con Concreto fue desde el vamos un lujo. Afri, para quienes la conocemos más, o Belén Aspeleiter, para la formalidad, es una editora que acompañó todo el proceso del libro con mucho optimismo y entusiasmo. A principios del 2020 le envié una primera versión de la novela, que ya le había prometido y venía posponiendo enviar. Con la excusa del principio del confinamiento me senté y pude darle un primer cierre al material. Afri la leyó, aprobó el proyecto y a partir de ahí empezamos a trabajar juntas. También me leyó Virginia Cosin, con quien hice una especie de clínica individual que fue indispensable en relación a la estructuración de la novela, en paralelo al trabajo que íbamos haciendo con Concreto.

 

Naciste en Estados Unidos, viviste en Alemania y ahora en Buenos Aires ¿Cómo es expresarse y escribir en distintos idiomas?

Es en principio una búsqueda. O como el título del ensayo de Silvia Molloy, “Vivir entre lenguas”. Vivir entre, así es para mi. La lengua es algo así como un no lugar, algo que se me escurre entre los dedos. Trato de pensarlo y vivirlo como un territorio que conquisto un rato, pero finalmente es una tierra de la cual tendré que exiliarme. Esto último lo digo probablemente por las mudanzas que experimenté en mi infancia y adolescencia. De todos modos, intento aferrarme a la lengua lo más fuerte que puedo, aunque casi siempre fracaso. Hay muchas palabras que se me mezclan o momentos en los que necesito ver cine en alemán porque extraño escuchar la fonética, o momentos en los que escucho discos en inglés en loop, y otros en los que me vuelco de lleno a la lectura de literatura contemporánea en español, buscando destrabar una sensación, un recuerdo, o definirme un rato. Este primer libro que escribí cumple ese intento, aunque también me pasó que terminé escribiendo sobre personajes secundarios que hablan en otros idiomas. Cuando no estoy trabajando como actriz en rodajes o ensayos de teatro, doy clases de inglés y alemán, o hago traducciones. En mi día a día entro y salgo de tres lenguas en simultáneo. Pero escribir prefiero en español, creo que en el fondo siento que es la lengua con la que me tengo que reconciliar. 

 

Si tuvieras que elegir un libro que te haya encantado para protagonizar en cine ¿Cuál sería?

"La habitación alemana", de Carla Maliandi. Tengo un vínculo muy especial con ese libro. Además de que me parece una novela hermosa para llevar al cine. Su protagonista viaja de Buenos Aires a Heidelberg, la ciudad en Alemania en la que crecí. Recuerdo que la primera vez que leí la novela no podía creer encontrar el nombre de la ciudad en un libro de una escritora contemporánea argentina. Más que nada porque Heidelberg es una ciudad bastante pequeña. Más allá de la casualidad geográfica, la historia y los personajes me parecen bellísimos. Es un universo al que me gustaría entrar.

 
 

 ¿Qué sensaciones, olores, paisajes extrañas de Japón? ¿Por qué sentís que tenés una conexión con este lugar?

Extraño todo. Vale aclarar que soy nostálgica en general. Pero con Japón además tengo un vínculo de mucho romanticismo y misterio. En principio, creo que el misterio se gesta porque es un país que está verdaderamente muy lejos y sobre el cual los occidentales sabemos poco, o nos enteramos sobre las temáticas más mainstream del lugar. Pero si se hace la experiencia, la de viajar y estar allá, cómo fue en mi caso, creo que cualquiera confirmaría que sigue siendo un lugar muy misterioso o al menos muy particular. Eso me interesa. No entenderlo bien. Perderme en las callecitas de Tokyo. No poder decodificar cómo hacer una conexión de subte o saber lo que estoy comiendo. Extraño la iluminación, los colores, las texturas, el olor a sopas y madera húmeda en la calle. El silencio. 

 
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¿Qué comportamientos o estilo de vida japonés sentís que te trajiste con vos a Buenos Aires?

Me gusta mucho la cocina japonesa y es algo que aplico en mi cotidianidad. Es algo que siento que entendí o fortalecí mucho más después de viajar a Japón. En mi casa hay muchos ingredientes japoneses de consumo diario, como la ciruela Umeboshi o la salsa de soja japonesa, dos fermentos que son muy buenos para la salud. El arroz blanco de grano mediano, el furikake, las algas marinas, el miso, los pickles de nabo o pepino, las semillas de sésamo. Son ingredientes que tengo en mi casa y que agregados a un plato simple con verduras en seguida configuran el sabor de la comida japonesa. A veces hago un paseo de tarde por los parques del jardín japonés, pero es complicado porque suele ser un lugar al que va mucha gente y termina siendo un poco contradictorio porque la sensación sigue siendo muy citadina cuando la idea inicial quizás es encontrar un poco de silencio. Me gusta pasar tiempo en lugares ordenados o silenciosos, cenar en las cantinas japonesas que fue abriendo la cultura nikkei en Buenos Aires. Tomar una taza de té. En realidad son cosas muy simples, pero para mí pertenecen al imaginario japonés. Y es más o menos eso: disfrutar los momentos de introspección, estar en silencio, contemplar. Estar conectada con cierto grado de sensibilidad que habilite la contemplación de la belleza o el disfrute por las cosas pequeñas. Como la temperatura del agua, el calor del sol. O los dibujos que forman las sombras de los árboles. 

 

 ¿Qué libro nos recomendás para leer en una tarde de lluvia con un té de matcha y contemplando los cerezos por la ventana?

Los dos libros de cuentos que publicó Alejandra Kamiya en la editorial Bajo la Luna. “El sol mueve la sombra de las cosas quietas” y “Los árboles caídos también son del bosque”. 

 
 
Alejandra Kamiya
 
 

En una escena del libro, estás en un templo de Japón donde la gente deja sus deseos enrollados en pedacitos de papel ¿Qué deseo escribirías hoy?

En realidad la que está en ese templo es la protagonista de la novela, Clara. Pero entiendo que la novela por momentos se toca con algo que pueda hacer fantasear con la posibilidad de la autoficción. Porque Clara es actriz, así como lo soy yo. Para fortalecer la idea de que algo en común tengo con el personaje de la novela, me sumaría a lo mismo que pide Clara en otra escena del libro: tranquilidad y paciencia. 

 

Después de tu primer libro ¿Qué otro proyectos tenés en la mira?

Ahora mismo me encuentro filmando un largometraje en el que estoy actuando. Y en paralelo estoy trabajando en un proyecto literario para la tesis de la Maestría en escritura creativa que estoy terminando. Reescribiendo un proyecto de guión que no sé en qué derivará.

 

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